Si hay algo que caracteriza a este equipo de Atlanta es la presión bien arriba. Presión,
presión y presión. Y más presión. Así le ganó a Flandria por un contundente 3 a 0.
Aunque el resultado fue un tanto exagerado, porque no hubo esa diferencia dentro del
campo de juego, el equipo de Sialle se llevó el premio de la victoria porque nunca se dio
por vencido. Y porque hizo el desgaste durante todo el encuentro para poder llevarse el
triunfo. Por su parte, el Canario a lo único que atinó fue a defenderse y eso lo pagó caro.
No fue un buen partido de Atlanta. Y usted me dira pero como si ganó por goleada. Si hizo
tres goles y no le convirtieron ninguno. Sin embargo, el triunfo se empezó a encontrar por
un error en defensa del rival. Pero el error fue provocado por la presión. Si, una palabra
que vamos a nombrar hasta el hartazgo. Porque es lo mejor que hace este equipo. Es la
bandera que pone en alto Cacho Sialle. Y seguramente el mayor orgullo que tiene de este
equipo.
Después de un tiempo para el olvido, donde Atlanta nunca encontró la manera de llegar
con peligro al arco defendido por Griffo y donde Flandria se quedó con diez jugadores por
la expulsión de Chmil. Y donde parecía que era ese típico partido de local que el rival se
te cierra atrás, arma dos líneas de 4 y no se asoma ni para ver si hay sol, fue el mejor
alumno quien encontró la llave para abrirlo. Porque quien mejor entiende el juego de la
presión alta es Emiliano Bonfigli. Y fue el quien la robó ahí, bien arriba, y se la llevó. Y se
fue solo para definir, de gran manera, ante la salida del 1 rival y poner en ventaja al
Bohemio.
Ese 1 a 0 hizo que Flandria, se animara un poco más. Poquito más. Porque ni siquiera
exigió a Aurrecochea (que sigue con el arco en 0) y sabemos que cuando eso ocurre es
donde se ve la mejor versión de Atlanta. Da el primer golpe y te da uno o dos más para
que no te levantes más. Y eso fue lo que pasó, porque de allí en más Atlanta fue
dominador absoluto del encuentro.
Y el segundo también llegó. ¿Y porque llegó? Si, adivino. Por la presión. La robaron entre
Lucas Mancinelli, que alcanzó los 100 partidos en Atlanta, y Pedrozo y ante una defensa
totalmente desvanecida, Lucas desbordó y mandó el centro hacia atrás para el delantero
que no llegó. Pero de atrás apareció Bonfigli, que inteligentemente adelantó la pelota,
Griffo se comió el amague y lo derribó cometiéndole penal. La agarró Galeano que
ejecutó y la clavó al ángulo derecho.
Por esas horas la distancia con Defensores de Belgrano era de cuatro puntos y la gente
festejaba al grito de “los de arriba son gallinas, los podemos alcanzar”. Y el partido ya
parecía liquidado. Flandria no tenía reacción alguna y Atlanta ya empezaba a pensar más
en el partido del martes frente a Colegiales y en que pasen los minutos finales.
Cacho empezaba con los cambios y salían Mancinelli, ovacionado, y Pedrozo. Entraban
Torres y Fernandes Silva, que a la primera que tocó la mandó a guardar y marcó el
definitivo 3 a 0.
Una ráfaga de goles en la segunda mitad hizo que Atlanta ganara el encuentro
holgadamente. Pero el desarrollo fue otra cosa, fue un partido friccionado, trabado. Donde
Atlanta no encontraba los caminos para abrir el marcador y en que lo mejor de la cancha
pasaba por Palisi, por el despliegue que tenia en la mitad de la cancha. Por momentos se
abusó de los centros y le faltó dinámica al juego colectivo.
Pero este Atlanta, el de hoy, el de estos días te gana el partido por sus individualidades. Y
porque corre y porque presiona.
Se obtuvo el tercer triunfo consecutivo. Algo que había ocurrido una sola vez en este
campeonato cuando se le ganó a Morón, Tristán Suarez y Platense. Y además, en estas
tres victorias se mantuvo el arco en cero.
De a poquito Atlanta parece ir encontrando esa regularidad que tanto esperaba. Y aunque
Defensores de Belgrano por ahora parece no aflojar y sigue ganando, ya siente lo que es
la presión de tener a Atlanta ahí cerquita.
Foto: Atlanta oficial